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Voy a dormir abrazada a Dorian esta noche.
Porque siento que el tiempo ha pasado demasiado aprisa estos días.
Y a vosotros no os quiero despegar, ni con agua caliente.

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Déjate caer en mi regazo
entre mis muslos
y lo indefinido





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Negra como el negro que inunda esta habitación desde el día en que, iracundo e irresistible, te diste la vuelta ante mis besos. Negra como el rojo que inundó mis sábanas al contacto de tu cuerpo, de tus caricias y tus vaivenes entre lo recóndito de mis miradas. Si hubiera sabido entender tus risas, quizás hubiera averiguado los segundos que quedaban para que tus maletas dejaran de llenar mis pasillos. Hubiera calculado las horas que iba a estar aquí, sonriéndole a los minutos en los que te echo de menos.

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Confluyamos en ese río de penumbras
y dejemos de llenar ese vacío
que deja tu risa de madrugada
cuando el viento borra a plumazos
la lluvia ácida de entre mis sábanas.





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Alicia era azul, a veces verde, transparente como los mares del sur, esquinada, etérea y volátil.
Ella, como la del cuento y las mil maravillas, perseguía momentos estelares que se fotografiaran en sus pupilas.
Como Alicia, la de mentira, buscaba al conejo que siempre escapaba a merced de las horas...











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Huéleme los suspiros y bostezos
viendo el documental de las tardes
donde todos se quieren como humanos
mientras nosotros nos amamos
como animales.

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