domingo, 27 de julio de 2008

Amaneceres rotos





Volviste temprano, de mañana y con las manos muy frías. También tenías el olor de la sal fotocopiado a la piel. Sal que desparramamos en la cama, cuando nos dimos la bienvenida, a tientas, yo sin abrir los ojos, casi sin abrir la boca.

Pasamos encerrados cerca de dos días.
Reconociéndonos el uno al otro como el médico a su paciente. Aprendiendo la lección que habíamos olvidado en la distancia. Recuperando los pliegues de nuestros cuerpos, fraccionando el tiempo en minutos y segundos en los que mis manos rizaban tu pelo y tú acariciabas mis sentidos.

El sol rozó la curva de nuestras caderas a través de las persianas y con las mismas nos seguimos asfixiando a besos, abrigándonos los poros para no sentir frío, recorriendo los resquicios sordos por algún estruendo cósmico, despojándonos de trucos y mentiras, convirtiéndonos en marionetas de una apacible melodía que tarareabas en mi oído.




Cegados por la delicia de tocarnos.








....de vuelta y media....
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